miércoles, abril 09, 2014

IMPRIMA NO DEPRIMA...¡Gracias Quino por el título!



Esta semana me ha tocado corregir un libro sobre la depresión y he tenido un flashback de mi adolescencia y adultez.

Nunca nadie me lo diagnosticó, ni nadie se dio cuenta de la depresión por la que pasaba y que se estuvo convirtiendo en una enfermedad crónica.

Cuando cumplí los 15 años, solía estar muy triste, muy confundida, era normal por la adolescencia pero ya a los 17 y 18 esa tristeza se fue profundizando y lloraba mucho porque no podía soportar tremendo dolor que me provocaba la soledad.

Según estudios esta enfermedad se incrementa en los meses de invierno y otoño y con la oscuridad pues el cuerpo produce una hormona que provoca la depresión. Se me vino a la mente que en invierno tenía una tristeza que no la podía controlar y me hacía llorar a solas. No entiendo como nadie se pudo dar cuenta. Además tenía mucho frío y sueño, los gritos sobre lo floja e inútil que era no me ayudaban mucho. Entonces mi autoestima se bajó un poco porque en realidad pensaba que era una inútil y tenía mucho miedo para hacer las cosas.

Sentía mucha frustración pues debía trabajar y estudiar y no sabía cómo hacerlo. Temía fracasar o que la gente de riera de mí. Otro síntoma que encontré era mi falta de apetito y mi delgadez extrema, no podía sencillamente comer por más que quería hacerlo. El insomnio fue otro síntoma que identifiqué más delante.

Las noches eran más abrumadoras y largas y simplemente no podía dormir toda la noche y me despertaba muy temprano, mi mente pensaba más de lo necesario y la tristeza era insoportable.

No me gustaba estar rodeada de gente prefería estar sola para pensar. Es más detestaba a la gente porque no me dejaba concentrarme en mis pensamientos, hablaban demasiado y de cosas que no entendía ni me interesaban. Solo cuando se me acercaban y me hablaban de cosas que sí me interesaban lograban captar mi atención.

Solo cuando alguien lograba captar mi atención y me alejaba de mis pensamientos podía sentirme feliz.

Siempre pensaba en morir, era mi deseo, dejar de existir y salir de todo para siempre. Muchas veces pensé en cómo sería si me muriera y empezaba a ordenar mis pocas cosas para “heredarlas”. Muchas veces veía carros conteiner o camiones altos y sentía la necesidad de lanzarme bajo el carro para demostrar que podría pasar entre ese espacio y ser más rápida que el carro. También eran pensamientos suicidas que más adelante descubrí.

A los 21 años, me empecé  a cuestionar estos estados depresivos míos. Me preguntaba qué me faltaba si tenía todo para ser feliz: Tenía una casa, a mis padres, amigos (pocos pero eran), salud, estudios. Me di cuenta que ya no era adolescente y que ya no era normal esos estados. Y me propuse a mí misma cambiar de actitud, ser más positiva y acudir a un psicólogo.

Cuando quise sacar una cita para psicología me cortaron el seguro universitario. Entonces me quedó el plan B, hacerlo por mí misma.

Luego de unos meses me di cuenta que lo estaba logrando, que mi cambio de actitud hacia la vida estaba dando sus frutos, ya comía de manera normal y me sentía feliz.

Poco a poco se fueron dilatando los insomnios y las ganas de llorar, las tristezas de invierno, los pensamientos suicidas, empecé a ganar peso y cuando menos lo pensé ni siquiera los verdaderos motivos de tristezas volvieron a sumirme en una depresión.

martes, marzo 25, 2014

¿Qué siente una madre al dar a luz?


¿Qué siente una madre al dar a luz?

 

Dolor, mucho dolor. Cuando mi hijo, luego de un fuerte empujón, salió de mi vientre sentí un alivio. Alivio de no tener que volver a sentir más ese fuerte dolor. Me equivoqué.

Cuando esperaba en cama muy cansada a que trajeran a mi bebé me pidieron que lo amamantara, la enfermera me retorció literalmente los pezones hasta lograr sacar algo de leche, eso dolió mucho y ese momento pensé “parece que el sentir dolor nunca acaba”. Esta vez no me equivoqué.

Empezaron los dolores en la espalda de tanto cargarlo, los dolores en el pecho cada vez que se enfermaba o le ponían sus vacunas, los dolores de cabeza cuando empezó a ir al nido, los dolores de bolsillo, los dolores en los ojos de tanto ver dibujos con él, dolores de garganta de tanto gritar “¡cuidado no toques eso!”, los dolores en el alma cada vez que otro niño se enfermaba o le pasaba algo, porque cuando eres mamá de uno eres un poquito mamá de todos.

En fin son tantos los dolores que uno siente, que te vas haciendo inmune a todo, al frío, al insomnio, a las crisis económicas, a las crisis existenciales, a los dolores de espalda, a las enfermedades, pero a lo que nunca te acostumbras es a las lágrimas de tu hijo o a cualquier dolor, por pequeño que sea, que pudieran causarle.

Hace unas semanas mi hijo me dijo “No quiero ir al colegio porque nadie quiere ser mi mejor amigo”, me recordó a cuando hace muchos años atrás mi hermana me contó que mi sobrina se había puesto a llorar porque una niña no quiso ser su amiga y en ese tiempo sentí tanta pena e impotencia de que no se pueda obligar a los demás a ser amigo de alguien que pensé que si tuviera una hija y me pasara lo mismo no lo soportaría.

Diez años después, estaba protagonizando la misma escena. Solo le dije que yo si quería ser su mejor amiga y sentí nuevamente ese dolor en el pecho que él calmó diciéndome “Yo no quiero ser tu mejor amigo” y lo remató con una hermosa sonrisa.

viernes, marzo 14, 2014

LOS PADRES


LOS PADRES

Cuando conocí a mi padre creía que era un señor que venía visitarnos de vez en cuando. Lo veía venir de vez en cuando y traernos cosas me quedaba dormida y al otro día desaparecía.

Cuando era niña llegué a preguntar quién era ese señor que venía cada cierto tiempo. Todos se rieron. Y allí supe que ese señor era mi papá.

Mi papá casi nunca estaba en casa y yo cuando lo veía me ponía muy feliz y apenas se iba preguntaba cuanto faltaba para que llegará nuevamente.

Cuando fui creciendo empecé a notar que no siempre se iba tan pronto solo que solía salir con sus amigos y cuando volvía lo hacía distinto y me daba miedo.

A veces le pedía que no saliera que se quedara con nosotros y me prometía que volvería pronto pero no lo hacía y nuevamente me asustaba cuando volvía.

Poco a poco dejó de gustarme sus visitas, ya no quería que estuviera en casa ni que volviera siempre ebrio porque a veces terminaba peleando con mi mamá.

Un día vi como una niña abrazaba a su papá y le pedía cosas y su papá la consentía en todo, sentí pena porque yo no podía tener eso. Mi papá nunca nos dio confianza para quererlo así y sus estados etílicos me asustaban y me alejaban cada vez más de él.

Hoy veo a mi hijo, lo feliz que es teniendo a su padre al lado, veo a su padre que lo cuida, lo quiere y le da tanta confianza para que su hijo se acerque a él y le dé un beso. Como para que su hijito tan pequeñito le cuente sus cosas.

Veo a su padre preocupado por su alimentación, su salud, porque esté feliz, renunciando a todo para que su hijo tenga un día divertido y feliz junto a la familia.

Veo como cada día ese lazo se fortalece cada vez más y no como en mi caso que cada vez se rompía. Y doy gracias a Dios porque cada vez hay mejores padres y doy gracias porque mi hijo haya nacido en otra época, en una época en la que ser el concepto de ser padres es distinto.

 

sábado, febrero 08, 2014

El amorcho (quinta parte y final…al fin)

El amorcho (quinta parte y final…al fin)

Entre tantas cosas que pasé con el amorcho y tantos cambios que tuvimos noté un cambio radical en él. Quería tener un hijo. No sé si él se daba cuenta de la magnitud de lo que quería, pues si le daba miedo casarse tener un hijo era algo mucho más grande. Pero en fin, dejé que todo fluyera como Dios quisiera que fuera, iba a cumplir 30 años y tenía que decidir si tener familia o no.  Decidí esperar un poco. El amorchito no quiso esperar. Un día me hice la prueba y salió positivo. Ese día supimos que seriamos padres y que estaríamos juntos para siempre.
El amorcho fue el más feliz con la noticia y desde ese día se dedicó a mí y al bebé. Nos fuimos a vivir juntos a un departamento, preparamos el cuarto del bebé y esperamos los nueve meses a que llegue nuestro amorchito.

Cuatro años después ya casados tenemos muchas fechas por celebrar juntos y aunque no somos la pareja perfecta esperamos continuar muchos más años juntos y con menos conflictos.

El amorcho (cuarta parte)

El amorcho (cuarta parte)

Empecé a hacer una vida sola, con nuevos amigos, con trabajo y con mi familia de siempre. Cuando el amorcho me buscaba, salíamos pero yo ya no lo quería más a que a mí, por lo tanto solo salía con él como amigo y salía con otra persona.
A veces el amorcho me robaba besos y ahí me daba cuenta que ya no lo quería pero lo dejaba porque parecía que eso lo hacía feliz y le hacía creer que yo todavía estaba enamorada de él, ya no me importaba. Tal vez en el fondo quería que se ilusionara para que cuando sepa que estaba con otra persona se sintiera dolido como lo estuve yo, tal vez.
Cuando la persona con la que salía me asustó un poco por la seriedad que tenía en la relación decidí alejarme y empecé a salir con un ex que nunca fue mi novio de verdad. Siempre fue divertido estar con él, esta vez estábamos realmente solos los dos pero nunca nadie dio el primer paso. Y así quedó, para siempre.
Mientras tanto el amorcho continuaba en sus intentos de ser nuevamente el que fue y que volvamos a ser lo que fuimos. Está vez yo, debo admitir, me aprovechaba de él cuando lo necesitaba y no le tomaba importancia.
Un día luego de algunos meses el amorcho me dio un beso y sentí algo raro ya que un día antes había estado con mi ex y me di cuenta que sus besos ya no me gustaban. Cundo el amorcho me besó me di cuenta que me gustaban más los de él. Y no volví a ver a mi ex.
Sé que pensarán que estuvo mal lo que hacía, pero era parte de esa etapa confusa que tuve en que costaba estar sola, pero sabía que no debía volver con quien me hizo daño.
Cuando pensaba en tomar la decisión de volver con él, no me animaba porque no podía confiar y siguieron pasando los meses. Él, debo admitir hacía todo su esfuerzo por volver a enamorarme, llegaba al trabajo a buscarme llevando cositas para el lonche, un día cuando me besaba me dijo “entre más tiempo paso contigo menos entiendo qué fue lo que pasó” quise responderle que lo que pasó fue que quiso estar con otra persona y se le olvidó decírmelo y me mintió hasta que lo descubrí, pero me quede callada. Nunca respondía a esas cosas, para mí no había nosotros, no quería volver a enamorarme de él.
Después de algún tiempo me tocó decidir y sopesar todo lo que él había hecho y me enamoré nuevamente. Luego de un difícil trabajo de concentración, decidí olvidarme de todo y dejar ese mal recuerdo si quería que eso funcione. Y lo hice, fuimos pareja nuevamente por dos años más.
Pasamos buenos momentos juntos, éramos ya una pareja más sólida hasta que empezaron los planes juntos ya para ese entonces yo tenía 28 años creí que era hora de empezar a armar nuestros planes de futuro, empezar a vivir juntos comprar nuestras cosas y luego casarnos, cuando escuchó la palabra casarnos se quedó callado. Solo decía que ya.
Al otro día me dijo que no estaba listo todavía para todo eso y yo ya más madura pensé que si un hombre de 30 años que está desde hace muchos años contigo te dice que no está listo para formalizar nunca lo estará. Así que sin tanto dolor ni nada le dije que era mejor dejar las cosas hasta ahí porque nada me garantizaba que cuando llegue yo a los 30 él siga estando no preparado para algo que prácticamente vivíamos día a día. Y le pedí que se lleve sus cosas de mi cuarto al siguiente día cuando se fuera.
Así lo hizo aunque se olvidó algunas cosas, esta vez ya no sufrí solo me dediqué a salir más y conocer a más gente. Pero estaba convencida que si él no me lo pedía yo ya no volvería con él.
Así pasé mis últimos años de soltería, saliendo, conociendo gente hasta que me di cuenta que cada chico que conocía no era compatible conmigo. Conocí a alguien de quien casi me enamoro pero era alguien prohibido para mí. Luego salí con otra persona de quien casi me enamoro pero preferí no hacerlo así que aproveché y cambié de casa y de teléfonos. Debo aclarar que cuando salía con alguien dejaba de ver al amorcho. Creo que también él estuvo saliendo con alguien.
Cuando ya me había acostumbrado a estar sola el amorcho me dijo sí quiero estar contigo vivamos juntos, por ahora lo de casarnos si me da miedo todavía, pero aprovechemos viajemos. Pensé en todo lo que dejaría de hacer estando con pareja y le dije que no que ya estaba acostumbrada a estar sola y que no lo quería ilusionar pero si me enamoraba de alguien ya no lo volvería a ver.
No sé si alguna vez me creyó o me entendió, pero él siempre pensaba que dijera lo que dijera estábamos juntos, yo hacia mi vida igual, porque nunca más volví a querer a alguien más que a mí.

Entre esas andaba, en que salíamos juntos cuando estábamos solos y cuando había alguien no, cuando me dijo que quería definir todo, que no podíamos seguir así. Me costó mucho decidir porque no quería perderlo, esta vez todo era al revés todo estaba a mi favor él quería vivir conmigo, él quería una relación seria conmigo, pero yo había probado la libertad y no la quería perder, pero tampoco quería perderlo a él. Le dije que sí, pero que me diera tiempo de acostumbrarme nuevamente a caminar con alguien de la mano, a decir que tengo pareja y todo eso. Él aceptó.

El amorcho (tercera parte)

El amorcho (tercera parte)

Es el tercer post que escribiré sobre el amorcho y aún no he contado porque terminó con esa denominación. Haré un paréntesis antes de empezar mi tercera historia:
Un día viendo una serie llamado “Mi problema con las Mujeres” vimos a un personaje llamado “Carolina” que era una de las mujeres de su historia y la personalidad de Carolina era la de una mujer creyente de que la felicidad es una familia llena de hijos y tenía una forma empalagosa de tratar a su novio siempre le decía “amorchis” como siempre he detestado tanto esas expresiones tan irritantes de cariño al amorcho no se le ocurrió mejor manera de llamarme por molestarme que decirme “amorchis” y entre tanto y tanto le dije un día “está bien amorcho” noté que no le gustó así que así se quedó como mi amorcho y cuando nació nuestro pequeño hijo terminó siendo el “amorchito”. Por cierto él nos nombra a todos como “amorchis, “amorcho” y “amorchito”.
Regresando al tema, el amorcho y yo pese a muchas situaciones difíciles que pasamos cuando empezamos a salir juntos vivimos un romance de película que duró aproximadamente 02 años, el equivalente a las dos horas que duran las películas en horas cine.
Luego de casi dos años juntos, cada día que pasaba a su lado me enamoraba más y más de él hasta que llegó un momento en que lo quise más a él que a mí. Todo mi pensamiento giraba en lo que le gustaría, en lo que le enseñaría que había aprendido o conseguido, en la nueva música que seguro le gustaría en las historias que le contaría de todo lo que había visto y no me di cuenta que él cada vez estaba más distante de mí. Dicen que le amor es ciego y es cierto.
Un día noté que él ya no me quería como antes y me costó aceptarlo. Empezaron las peleas a sospechar cosas que me hacían ver una loca y me sentía como una loca de verdad. No podía saber si era cierto su cambio o eran ideas mías. Cuando estaba segura que ya no me quería y le pedía que me lo dijera me decía que no era cierto y me confundía mucho, además porque en el fondo eso era lo que yo quería creer aunque sabía que le que mentía era él.
Sospeché que había estado saliendo con aquella amiga del primer post y esta vez sí lo noté enamorado. Pero no sabía cómo decirle eso porque me avergonzaba mucho. Pero un día me armé de valor y se lo dije, se molestó conmigo y lo negó luego me dijo algo que se quedó grabado en mí hasta hoy ya que nunca nadie me había dicho algo así. “Te quiero, pero ya no es igual, es un cariño más de familia” elegantemente estaba terminando conmigo porque ya no me quería.
Entendí porque muchas chicas que conocí, lloraban y sufrían tanto cuando sus enamorados las dejaban. Era como si te dejaran sin futuro porque ya tenías tantos planes con esa persona hasta que de lo que harías la siguiente semana y ya no sabías nada ni siquiera qué hacer contigo.
Aunque sus palabras me dolieron quise ser fuerte e irme para siempre, pero él me detuvo para intentar borrar todo lo que dijo y que todo quedara igual. Para que no me insistiera tanto fingí que todo estaba bien, pero por dentro sabía que todo se había terminado, no me gusta que me tengan lástima.
Los tiempos no los recuerdo bien, solo recuerdo que nos vimos después él haciendo el esfuerzo porque todo sea como antes y yo dándome tiempo y fuerzas para dejarlo de una vez.
Después de mucho pensar y escribir y de no saber qué hacer decidí irme a casa de mi mamá con mi familia a pasar unos días, yo le tenía preparado una sorpresa para el Día de San Valentín desde casi un mes atrás y solo me quedó entregárselo porque ya estaba hecho y así despedirme de una vez.
Cuando estuve en casa de mi mamá me llamaba siempre como conmovido por el regalo que le hice, pero yo ya estaba decidida a no recibir más su lástima. Sin embargo, algo no encajaba sabía qué había alguien pero no lo podía saber y él nunca me diría la verdad, sentía que me volvía loca porque por un lado él me buscaba y por otro lado estaba segura que estaba enamorado de otra y estaba segura que era de aquella amiga. Luego pensaba que ella no podía hacer eso y hablarme como si nada pasara y si lo hacía ¿él sería capaz? Todo parecía tan confuso porque en ese momento yo confiaba en los dos y pensaba que los dos eran buenas personas.
Como fuimos novios por dos años y nos tuvimos tanta confianza yo sabía la clave de su correo, así que un día entré para saber si hablaba con ella pero no encontré nada. Luego recordé que tenía otro correo y entré y allí encontré todas las respuestas.
Lo que sentí es inexplicable, fue un alivio en saber que no estaba loca y que sí había algo detrás de todo y una desesperación al darme cuenta de lo que eran las personas que me rodeaban y que no las podía reconocer.
Sentí rabia con los dos por burlarse de mí, hubiera sido menos doloroso que me lo dijeran me hubiera quedado en el primer dolor y no hubiera tenido que pasar por el segundo.
El primer día lloré mucho de rabia por ser tan tonta y confiada. El segundo día me sentí mejor porque muchos amigos estuvieron a mi lado. El tercer día estuve más tranquila y ese día me tocó hablar con él. Las cosas ya habían cambiado ya no era él el que terminaba conmigo sino yo. Cuando dijo que estuvo confundido pero perderme lo había hecho reaccionar y darse cuenta que era a mí a quien quería me volvió el alma al cuerpo y quise seguir con él engañándome a mí misma para sentirme mejor.
Creo que él nunca tuvo tiempo de pensar y no pudo darse cuenta en realidad de lo que se siente perder a alguien, pasaron unas semanas y lo noté igual nuevamente. Tuve que tomar la decisión final por mi bien ya los demás no me importaban. Empecé a quererme nuevamente.

Así que fui a su casa y le dije que lo dejaba con sus cosas a que intente y viva las cosas que no puede vivir estando conmigo. Le di su libertad, algo que debí haber hecho hace mucho tiempo. Y esta vez sí me fui para siempre diciéndome a mí misma la próxima vez que lo vea será solo si él me busca.

sábado, enero 18, 2014

El amorcho (segunda parte)

Cuando el amorcho y yo salíamos a conversar o cuando me acompañaba a casa luego de hacer un trabajo la gente murmuraba mucho. Todos creían que entre él y yo había algo más, me molestaba que la gente no pudiera entender una amistad sana y que si hubiera algo no habría porque ocultarlo.
El último año que salimos juntos como amigos nos acercamos mucho, tanto que yo empecé a pensar qué pasaría si fuéramos novios. No lo podía imaginar.
Me sentía muy a gusto a su lado y cada vez se me hacía más difícil separarme de él. No sabía exactamente que era lo que él quería. Pasábamos tanto tiempo juntos que los acercamientos eran cada vez mayores y estábamos rompiendo la barrera de la intimidad, no de lo sexual específicamente. Nos tomábamos de la mano, nos abrazábamos, nos mirábamos tan cerca que nuestras narices chocaban pero nunca pasó nada más. Me empezaba a confundir.
Un día le pedí que me abrace fuerte un poco con la finalidad de dar pie a que pase algo y definir ya que era lo que pasaba. Me abrazó, lo miré, estuvimos tan cerca pero él nunca dijo nada solo me abrazaba.
Un día también fui a su casa como quedamos y estaba con sus primos un poco tomado y me pidió disculpas porque ellos llegaron de improviso y no pudimos salir, me estaba yendo cuando sus primos detrás de la puerta empezaron a cantar canciones románticas, un poco generado por el alcohol y él también un poco motivado por el alcohol se me acercó y trató de decirme algo me asusté y le dije que era mejor que me vaya de un vez y me fui.
Así nos llegó el verano sin que él nunca definiera nada porque yo nunca lo iba a hacer. Creo que la mujer nunca debe ser directa, usamos siempre pequeñas trampas para que sea el otro quien lo diga, pero en este caso ningún truco me funcionó.
Llegó el verano y yo empezaba a dudar que él quisiera algo conmigo realmente, creí que solo le gustaba una amistad como la nuestra que nunca nadie entendería.
Cuando llegaba el verano él se iba a pasar vacaciones a su ciudad con su mamá y ese verano por más que le pedí que no fuera porque me iba aburrir sola, se fue. Luego a diferencia de otras veces que llamaba todos los días ya no llamaba tanto. Decidí salir a relajarme porque al fin y al cabo no éramos nada.

Un día llamó un amigo a casa, era alguien a quien había dejado de ver por mucho tiempo y su llamada fue muy sorpresiva. Quedamos en salir a conversar y eso hicimos.
Pasamos una semana saliendo y conversando de muchas cosas y había algo raro entre nosotros, era como si nuestras mentes hubieran seguido conectadas a pesar del tiempo y la distancia.
Una noche me besó y le dije que me gustaba ser solo su amiga, me dijo que lo seguiríamos siendo, que estábamos solos los dos y yo pensé en ese momento en el amorcho en lo que pensaría él y también pensé que había pasado tanto tiempo que tal vez la ida era solo mía y que era mejor continuar con nuestras vidas.
Empecé a salir con este amigo y era muy divertido estar con él, él era muy tierno, muy lindo pero solo cuando quería serlo a veces era muy distante y me confundía.
La pasamos muy bien y el verano se terminó, entonces el amorcho regresó y la ex del chico con quien salía también volvió. Luego la ex reclamó porque había quedado en volver con él solo que lo estaba pensando en el verano y me lo dijo. cuando el amorcho volvió me di cuenta que no iba a poder decirle que estaba con otro y que me importaba más de lo que yo creía, así que hablé con el chico con el que salía y le dije que era mejor no continuar porque su ex se sentía engañada por él, pero por más explicaciones lógicas que me dio a mi no me importaba porque en realidad no terminaba con él por celos sino porque no me sentía segura del paso que di.
Estaba entre los días en que le hacía entender que todo terminó cuando el amorcho que me conocía muy bien se dio cuenta que algo pasaba y me preguntó y me insistió tanto para que se lo diga que me sentí mal porque nosotros siempre nos contamos todo. Se lo dije y se puso muy triste y después de muchos años justo en ese momento me declaró su amor.