Todo lo que cuento en este blog, tiene un cincuenta por ciento de cierto y otro cincuenta por ciento de imaginación. Dudo que alguien pueda definir cuál es cual. Algunos personajes son reales mezclado con historias de fantasía. O son historias reales mezcladas con inventos mios. La siguiente es una historia de mis recuerdos y no sé bien en qué punto termina el recuerdo y empieza la fantasía.
Cuando conocí al muchacho de los ojos tristes nunca pensé que lo conocería. Lo vi un día sentado afuera de su casa y me quedó mirando tanto que me avergoncé y tuve que cruzar a la otra vereda. Ese día me quedé pensando tontamente en él y en quién sería. Luego lo olvidé. Los días siguientes descubrí su nombre (que por obvias razones no colocaré) y descubrí que no era menor que yo como pensé sino que estaba en mi mismo año.
Como todos los días de aquellos tiempos, regresé a casa después del colegio y luego de almorzar y ver mi novela repetida (ya la había visto tres veces) encendí mi Nintendo, no el Super sólo el Nintendo y continué con mi juego de todos los días e intenté una vez más rescatar a la odiosa Princesa del malvado Cupa. Todos los días lograba rescatar sólo a los regordetes honguitos y cuando llegaba al último nivel donde se hallaba la Princesa me quedaba una vida.
Mientras comía honguitos y flores y buscaba habichuelas en mí mente se me venía una y otra vez el rostro del chico aquel. Traté de cambiar de juego y pasé al infaltable Tetris. No funcionó mi mente me quería jugar nuevamente una mala pasada. Pensé en que no lo conocía y no podía ponerme así por nada, para cuando llegó la noche me había olvidado del tema. Y no pasó de ser un simple juego de miradas.
Al siguiente año, lo conocí y nos hicimos amigos. Era un chico algo extraño y triste. Me gustaba y yo le gustaba. Pero nunca lo admití, creo que ni siquiera a mí misma.
A veces conversábamos pero él no se dejaba conocer realmente. No lo sentía sincero, a veces parecía indiferente. Pasamos mucho tiempo juntos y él era muy simpático conmigo, pero cuando estábamos en grupo era realmente insorportable. Por eso no le gustaba salir con nosotros, creo que no sabía cómo comportarse en grupo.
A todas mis amigas les decía que me gustaba otro amigo (que sí me gustaba pero no tanto como él) nadie nunca sospechó nada.
Poco a poco él empezó a visitarme más seguido y a ser más galanteador y siempre intentó invitarme a salir pero nunca lo logró. Yo era tan hermética que ni siquiera le podía aceptar que me invitara una cremolada por miedo a que se diera cuenta que me gustaba. Todos los días llegaba y entre conversaciones y juegos se pasaba intentando que aceptara una simple invitación. Teníamos apenas quince años los dos, el cumplía años en julio y yo en diciembre así que le llevaba más de medio año de diferencia, aunque ahora no lo recuerdo bien creo que eso influyó mucho en que no quisiera aceptar que me gustaba.
Pensaba un poco en él todos los días, porque desde el día en que lo vi, nunca pude dejar de sentirme enamorada de sus ojos tristes (sólo enamorada de sus ojos).
Un día llegó a mi casa, una noche "casi" como muchas otras noches. No hablaba mucho, sólo me hacía preguntas y yo respondía. Él repreguntaba y repreguntaba tanto que ya no sabía que otra respuesta dar, como cuando un niño te pregunta insistentemente el porqué de la misma cosa.
Después de toda esa perorata inservible, al parecer se armó de valor para decirme lo que había notado que quería decirme desde el día anterior y que gracias a mi habilidad para evadir ese tipo de cosas no pudo. Ya no pude evadirlo más con mis estúpidas bromas y cambios de conversación y me dijo muy serio:
"Hay algo que tengo que decirte, algo que siento aquí dentro (señalando el corazòn) desde hace tiempo y que no sirve de nada que lo siga guardando y que mi corazón siga latiendo de esa manera. Me gustas, me gustas tanto que hasta sueño contigo".
El pobre creo que nunca se le había declarado a nadie y debió tomar ese estilo de alguna novela super rosa o algo así. No podía aguantar la risa, me reí cruelmente y sólo me di cuenta de lo que había hecho cuando vi su cara de vergüenza. Sentí pena. No le debió ser tan fácil lo que dijo y yo me reí de él. Creo que eran los nervios.
Cuando al fin llegó el momento en qué debía decidir si decirle que sí y dejar que todos se dieran cuenta que en verdad sí me gustaba o decir que no para seguir manteniéndolo en secreto, opté por lo último. "Te quiero como amigo" le dije trilladamente. Aunque en realidad era un "me gustas mucho pero no sabría qué hacer estando contigo". Fue más decente el "No".
Al siguiente día, no apareció por mi casa y no se acercaba a nosotros y mucho menos a mí si estaba sola, sólo nos saludaba de lejos. Se veía triste. Yo me puse triste los siguientes días también, porque no soportaba haberle hecho algo así y porque no pensé que fuera para tanto. Lo dejé de ver por mucho tiempo. Esa última noche se acabó nuestra amistad.
Con el pasar de los meses volví a verlo como al principio, sentado afuera de su casa con la mirada triste, pero a diferencia de la primera vez ya no me miraba de la misma manera.
Luego supe que estuvo con una chica a quien encontró besándose con su hermano y luego supe también que estuvo con otra chica con la estuvo por casi un año. Me alegré de saber que se había vuelto a enamorar, y sí, sentí un poco de nostalgia.
A pesar de que vivíamos muy cerca nunca nos vimos. Él se dedicó exclusivamente a las drogas. ya no tenía novia. Crecimos, yo entré a la universidad y por esas casualidades de la vida nos volvimos a encontrar, nos hablamos y me di cuenta que aún no encontraba un rumbo. Me apené por él.
Luego nos volvimos a encontrar, cuando empezó a cortejar a una amiga de la universidad. Ya habían pasado muchos años desde aquella historia de quinceañeros y seguro la única que recordaba esa cosas era yo, obviamente ya no me gustaba pero el recuerdo quedaba.
Pasó un poco más de tiempo y se acercó a conversar con otra amiga, nuevamente lo vi después de algunos años, se había comprado un auto. No se bajó de él, tampoco habló conmigo, sólo conversaba sobre su ex novia y lamentaba lo mal que la había tratado cuando estuvieron juntos y que no lo merecía. Cuando creí que estaba totalmente excluida de la conversación, dio la vuelta me miró y me dijo "Por tu culpa me porté así". No lo entendí.
Luego de seis años de nuestro último encuentro, donde comprobé que sí me guardaba rencor por lo que pasó, lo volví a encontrar. Fue un Año Nuevo, cuando ya amanecía y podía distinguir a la gente que estaba allí. Como fui a pasar el Nuevo Año a mi ciudad natal me puse muy feliz de ver a gente que no veía desde hacía mucho tiempo y yo misma me acerqué a saludarlo y preguntar por su hermano, otro gran amigo. Me abrazó muy fuerte y me dio tanto gusto que se hubiera olvidado de todo lo pasado. Luego me di cuenta que estaba borracho o creo que drogado. Nos pusimos a bailar y le preguntaba sobre él, pocas veces había tenido oportunidad de saber de él.
Conversamos y le pregunté por todos los amigos en común, íbamos ya por la segunda pieza cuando me di cuenta que ya no teníamos más de que conversar y le pedí que se sentara, que debía regresar con mis amigos y mi enamorado. No quiso sentarse quiso seguir bailando, insistió e insitió tanto, que por el cariño de tantos años atrás, no podía literalmente mandarlo a la mierda. Así que con todo el cariño del mundo intentaba que se sentara y descansara porque había tomado demasiado o tal vez se había drogado demasiado. Pero él no quería, y empezó con los recuerdos, me preguntó si recordaba cuando iba a mi casa. Dijo que él siempre había estado enamorado de mí. Yo sólo le dije que eso ya había pasado, esa vez no me reí, sólo lo traté como se trata un niño. Le dije que se olvidara de todo eso y se sentara a descansar. Cuando ya estaba empezando a manejar la situación y empezaba a convercerlo de que se sentara, apareció detrás de mí mi novio, supuestamente para sacarme de apuros.
Cuando vi la cara de mi viejo amigo, sentí un poco de pena. Los presenté y sólo se miraban a los ojos y él se despidió mí, tal vez esta vez para siempre.
Esa fue la última vez que volví a ver al muchacho de los ojos tristes.