Hace cinco años, no podía
imaginar lo que sería de mi vida. Hace cinco años tenía una inmensa barriga que
todos admiraban y que yo llevaba como quien lleva una tarea por cumplir.
Mientras armaba su cuarto, su
cuna, su ropa pensaba en cómo sería y en cuando lo empezaría a querer como esas
mamás que de solo ver su ecografía lloran como si se les hubiera muerto
alguien.
Trataba de imaginar cómo sería su
cara, su cabello veía las fotos de los bebés en los pañales, miraba su ropa tan
pequeñita, su cuna, sus pequeñas almohadas y leía todos los días mis folletos
sobre cómo haría cuando lo tuviera en casa.
Leí mucho sobre sus llantos y
todos los trucos para calmarlo, leía sobre cómo hacerlo dormir en su cuna y
evitar la muerte súbita, leí sobre cómo bañarlo, cómo arrullarlo para dormir,
sobre cómo amamantarlo, me leí todos los tips que tenía que hacer hasta que
cumpliera un año, luego los folletos se hicieron más resumidos. Todo sobre su
niñez hasta los cinco años estaban en un solo folleto. Y yo me preguntaba ¿y
qué más? Quería saber todos los detalles de lo que sería tener un hijo.
Poco me importó todo lo que leí
sobre el parto, con todo lo que había aprendido creí que estaba lista para ese
día, me intrigaba más el bebé.
Entre más se acercaba el día, más
me inquietaba porque sabía que pronto lo vería durmiendo en esa cuna que tanto
admiraba todos los días. Sin embargo, me preocupaba no poder sentir amor por
ese bebé, solo sentía curiosidad por verlo.
Cuando llegó no podía creer que
fuera para mí, lo miré muy cansada y lo escuché llorar pero era como si no
fuera mío. Cuando llegó a mi cuarto vestido con su enterizo celeste a rayas me
di cuenta que era muy bello, pero yo solo quería dormir. Conforme fueron
pasando los días lo iba viendo cada vez más hermoso y cada vez lo sentía más
mío. Hasta que llegó el día en que no me pude separar más de él.
Abrí los ojos a la maternidad y
lo amé de una forma inimaginable y empecé a pensar lo que toda madre piensa de
su hijo: Es tan perfecto.
Aunque yo quería una mujer mi
bebé era el más perfecto de todos los bebés, dormía toda la noche, se dejaba
bañar tranquilo, tomaba su leche tranquilo, tomaba sus siestas 02 veces al día.
Entre más crecía más lo amaba y mi vida empezó a girar en torno a él. Cuando
alguien llegaba a visitarme no me importaba lo que hablaran, mis ojos no se
despegaban de él y me inquietaba que nadie mirara sus gracias.
Cada mes lo celebré en casa hasta que llegó su ansiado primer
año, aunque él no entendía nada yo me desvivía en celebrar sus cumpleaños. Cada
año lo celebré de la forma en que podía y este año no fue la excepción.
Hoy con cinco años me sigue impresionando esa pequeña
personalidad que va formando y me sigue pareciendo tan perfecto. Me gusta que
vea el Chavo conmigo, me encanta que diga sus frases ocurrentes, adora mis
dibujos y yo lo adoro más a él.
Son cinco años en los que aprendí que todos podemos ser mamá
cuando tenemos un bebé en brazos. Todos cometeremos los mismos errores, todos tenemos
el mismo miedo pero cuando existe amor en un corazón puede nacer una MAMÁ.